El cerebro adolescente

Las evidencia nos sugieren que el promedio de horas que pasa un adolescente a través de la estimulación digital y visosensorial es de más de 8 horas diarias, lo cual incide a nivel cerebral en los circuitos neuronales o cableado cerebral de los nativos digitales produciendo nuevas brechas o caminos neuronales que dejan instaladas a nivel cerebral nuevas redes neuronales que le permiten al cerebro activar atajos de decisión o de generar plasticidad cerebral. Del mismo modo la intensidad de estos puede generar cambios funcionales de por vida en el cerebro.

Por estas razones, podríamos deducir que a mayor información digital, daría como resultado mayor cantidad de plasticidad, que puede repercutir funcionalmente en el lóbulo frontal que es el que tiene menos desarrollado el adolescente. Un aspecto clave para tener en cuenta, es que si existe una sobresaturación o sobreexposición a todos los estímulos digitales de las nuevas tecnologías podría también originar problemas de hiperactividad, irritabilidad límbica y trastornos de déficit de atención. Al respecto se requiere una intervención pedagógica, inteligente, para lo cual es fundamental conocer el cerebro del nativo digital.

No obstante, la obsesión más grande de los adolescentes digitales, fuera de la relacionada con su vida sexual, se refiere a la necesidad continua de estar sintiendo recompensas en tiempo real y no posponerlas. De esta manera, se hace necesario a nivel educativo, introducir formas básicas de aprendizaje lúdico para que las nuevas generaciones produzcan altas dosis de dopamina, que bañen químicamente al cerebro, de tal forma que haya mayor producción de endorfinas y de esta forma no solo se estimule la imaginación y la creatividad, sino que se produzcan estados alterados de conciencia muy propicios para la felicidad y la espiritualidad humana.
Lo más importante de lo anterior es que los adolescentes al utilizar en forma lúdica las nuevas tecnologías, se desarrollen mucho mejor sus aptitudes cognitivas, debido a que la parte más evolucionada del cerebro humano, es decir el córtex frontal, se active y evolucione funcionalmente gracias a la estimulación de los circuitos neuronales que produce el neurotransmisor llamado dopamina, que se produce desde las partes inferiores del cerebro.

A través de la historia siempre se ha visto al adolescente como un ser problemático, que no racionaliza sino que actúa en forma emocional, como un ser carente en toda su dimensionalidad síquica- biológica-social y cultural. Sin embargo son pocas las teorías que plantean todo lo contrario, es decir, desde los descubrimientos de las Neurociencias en la última década se ha podido comprobar la debilidad en el proceso de maduración del lóbulo frontal, pero también se ha podido evidenciar como el adolescente es un ser demasiado sensible con una capacidad de adaptabilidad y flexibilidad que no tiene el adulto Es así como por proceso de sobrevivencia que es una de las funciones principales del cerebro, por no decir su principal función, los adolescentes tienen la capacidad de adaptarse a ambientes cambiantes, especialmente cuando se ven en la necesidad de renunciar a la seguridad que tienen en sus hogares, para buscar procesos ligados a la autonomía moral e intelectual que busca el hombre en su proceso de evolución natural.

Para las Neurociencias entre los 8 y los 18 años hay una disminución muy alta de materia gris, pero aumenta notablemente la materia blanca que se encarga de mielinizar los azones de las neuronas, para que puede haber mayor posibilidad de interconexiones sinápticas entre las neuronas, permitiendo de esta forma la modulación del comportamiento, haciendo la salvedad que el proceso de maduración del lóbulo frontal solo se da después de los 25 años. En este sentido que hay que entender que el cerebro del adolescente se encuentra en un proceso de continua construcción, en el que la poda neuronal que es como un derrame cerebral, se hace necesaria para que la corteza cerebral que contiene la materia gris disminuya y de esta forma exista un proceso de regulación y de afinamiento neuronal. Estos cambios físicos de la poda neuronal se producen como una oleada o barrido que va desde las estructuras más primigenias, hasta las estructuras más evolucionadas del cerebro humano, es decir desde el tronco cerebral hasta el córtex frontal que modula automáticamente entre otras cosas las siguientes: el comportamiento social, el pensamiento lógico, abstracto, la toma de decisiones, la predicción, la atención, la concentración y el proceso de empatía.

También se producen otros cambios físicos, como los que se refiere al aumento del cuerpo calloso, permitiendo de esta forma a los adolescentes mayor grado de conexión entre el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho, para la toma de decisiones que en la mayoría de los casos confronta al adolescente frente al riesgo y a la incertidumbre. De igual su sistema vomeronasal se active haciendo que el olfato del adolescente, tome riendas a nivel emocional de su vida cotidiana, especialmente relacionada con la vida sexual y en este caso específico con la producción de feromonas que inundan sus glándulas apócrinas y de esta forma el adolescente entra en los 38 torbellinos de la eroticidad humana. Refiriéndose a esto Houze nos dice: “En la adolescencia se expresa la diferencia cerebral más obvia y consistente entre hombres y mujeres: La preferencia sexual”. Sin embargo para los padres un embarazo o la sexualidad humana se convierten en un problema muy grande, y acaban por censurarlo sin entender que la cotidianidad misma del adolescente transcurre y gira alrededor del sexo. De esta manera no entendemos que las hormonas sexuales activan el sistema límbico produciendo altas dosis de dopamina que son la esencia de la felicidad y de la creatividad humana. Es así como en el adolescente se acentúa el interés por la sexualidad y se va consolidando la identidad y la personalidad del mismo.

En consecuencia, lo que le interesaba a los niños, cambia radicalmente en la adolescencia, es decir, los placeres lúdicos frente a los juegos y a otros mecanismos de interacción varían demasiado, ya que para los adolescentes el goce se encuentra especialmente en lo ludopático, en correr riesgos, en la música, sexo, drogas y en el contacto con la tecnología digital. En cuanto al espacio de los riesgos que asume con mucha frecuencia los adolescentes, es necesario aclarar que no es que estos actúen en forma libertaria y desordenada sobre los mismo, sino que cuando están frente a ellos, aprecian mucho más la recompensa que se produce después de su actuación (manejar auto a alta velocidad, juegos de vértigo, etc.), ya que estos producen liberación muy alta de dopamina, acompañada por adrenalina. Lo más importante de dicho proceso es que lo hacen más por impresionar a sus amigos y muchas veces para hacer enojar a sus padres.

Al respecto cabría ejemplificar lo anterior desde la lúdica digital con un ejemplo de videojuego que utiliza Steimberg. En el juego, hay que atravesar una ciudad en el menor tiempo posible. Por el camino hay varios semáforos, que a veces pasan del verde al ámbar cuando se acerca un coche y obligan al jugador a tomar una decisión rápida: parar o seguir. El jugador ahorra tiempo (y hace más puntos) si pasa antes de que la luz se ponga roja. Pero si intenta pasar y no lo consigue, pierde más tiempo que si se hubiera parado desde el principio. Así pues, el juego premia a los que asumen un cierto riesgo, pero castiga a los que se arriesgan demasiado. Cuando los adolescentes hacen solos el recorrido, en lo que Steinberg llama la situación emocionalmente «fría» de una sala vacía, corren más o menos los mismos riesgos que los adultos. Sin embargo, si hay algo más en juego, la situación cambia. En este caso, Steinberg añade la presencia de amigos. Cuando el investigador lleva a la sala amigos del sujeto para que lo vean jugar, este corre el doble de riesgos e intenta pasar semáforos frente a los cuales antes había parado. Los adultos, por su parte, no varían su forma de conducir aunque delante tengan amigos. Según Steinberg, eso demuestra claramente que la propensión a correr riesgos no deriva de un pensamiento torpe, sino de un mayor interés en la recompensa: «No corren más riesgos porque de pronto dejen de reconocer el peligro, sino porque dan más importancia a la recompensa», impresionar a los amigos. De esta forma siguiendo a Maslow satisface a través del cerebro límbico las necesidades sociales.

CARLOS ALBERTO JIMENEZ V.

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